martes, 14 de febrero de 2012

Los museos y la "niño-fobia"

El mes de octubre pasado fuimos mi familia y yo al museo Picasso de Málaga. Era el aniversario de la apertura, y lo celebraban con un “día para las familias”: visitas guiadas a familias con niños pequeños, cuentacuentos… Ilusionados porque nuestro hijo Pablo, a punto de cumplir dos años, conociera el museo, allá que voy a comprar la entrada. No obstante, como precaución, pregunto en la taquilla antes de comprar las entradas si está adaptado a niños de dos años, y me contestan con un “por supuesto, no se preocupe, ya verá lo que va a disfrutar su hijo…”

Pues llegado el día (lluvioso a más no poder, por cierto), llegamos al museo, esperamos una larga cola… Y cómo no, Pablo acaba poniéndose nervioso. La primera de las actividades era la visita guiada para niños por el museo. Todos los niños eran mayores que Pablo, pero no vimos problema. Pero como ya estaba nervioso por el tiempo de espera en cola, pues pasó lo que tenía que pasar, que me pidió teta. Observo la sala y no hay banco donde sentarse, así que nos acercamos a una azafata de sala y le preguntamos que dónde hay un banco cercano para darle el pecho. Me indica “amablemente” que para que el niño coma tenemos que ir a la cafetería, le replico pero me dice que son las normas del museo. Vaaaaaale, indíqueme el camino más corto, porque mi hijo ya está nervioso. Cuando bajamos las dos plantas para llegar a la cafetería, se me acerca otra azafata que andaba por allí con un pinganillo, a decirme dónde debía dirigirme. “Qué fuerte”, pensamos mi marido y yo. Se han avisado por pinganillo, “atención, la madre que va a dar la teta, atención, interceptarla para que no se siente en ningún banco en los pasillos…”. Pues llegamos a la cafetería y, oh, qué pena, no había ni un solo asiento libre.

Con mi hijo nervioso, yo enfadada y harta de dar vueltas, me acerqué de nuevo a otra azafata y le dije: “lo siento señorita, pero no hay asiento libre, y como usted comprenderá, mi hijo no puede esperar a que alguien se levante de tomar su café sólo porque al museo le parece feo que le de el pecho, así que…” Me miró con cara de “esta la va a liar” y me dijo, bueno, en “ese” caso, “puede” usted sentarse en ese banco. Y antes de que me girara ya estaba dando parte por pinganillo. De verdad que me sentí como un estorbo allí.




Cuando quisimos incorporarnos al grupo de la visita guiada, ya los habíamos perdido, así que pensamos, pues nada, lo visitamos por nuestra cuenta. Nuestro hijo iba en brazos, pero llegó un momento en que se quiso bajar y estar de pie. Automáticamente, sin darnos tiempo a nada, se nos acercó otra “azafata” con pinganillo, a ofrecernos “amablemente” el servicio del museo de préstamo de cochecitos para niños. Le dijimos, “no gracias, no es necesario,” pero ella insistió, “es gratuito, y así ustedes van más cómodos… y el niño, claro”. Pues nada, vamos a por el carrito, pero ocurrió lo que nos temíamos, que Pablo no quería ir sentado, quería andar.

Ante esta “anécdota”, tengo pendiente escribir una carta al museo, o queja, según se mire. Porque no entendíamos que el museo anunciara a bombo y platillo lo del “día para familias”, pero me hiciera “esconderme” para dar el pecho a mi hijo. Porque no entendíamos que se intente acercar la cultura a los niños (con nosotros ha ido a conciertos, teatro para bebés, etc.), y cuando aparece un niño en un museo se enciendan las alarmas de “peligro, un niño donde hay esculturas, piezas de valor”. Porque no nos dieron el voto de confianza para ver si dejábamos que nuestro hijo tocara algo que no debía, o molestara alguien. No dio tiempo, fue ponerlo en el suelo, dar dos pasos y ya teníamos a la del “pinganillo” pegada a nosotros.

Y este post bien podría llamarse “Los restaurantes y la niño-fobia”, “Las compañías aéreas y la niño-fobia”, y todos los que se os ocurran. Todavía recuerdo cuando era pequeña e iba con mis padres a alguna venta a comer. Siempre tenían columpios, toboganes, y pequeños parques infantiles. Porque hace treinta o cuarenta años todavía se tenía en cuenta que un niño de dos, tres, cinco, siete años no aguantaba ni diez minutos sentado. Porque se sabía que un niño no era silencioso por naturaleza, era inquieto, era curioso. Hoy parece que estas cualidades se han convertido en defecto, y además, a los padres que valoramos esa curiosidad en nuestros hijos, esa inquietud, esa energía, se nos tacha de permisivos. Pues lo siento pero no. Somos padres que respetamos sus procesos madurativos sin interferir con técnicas conductistas; somos padres que ponemos límites, que sí, pero los límites razonables para un niño, no vamos a dejar por ejemplo que crucen la calle solos; somos padres que por muy pequeños que sean intentamos explicarles las cosas, que no damos un “NO, porque lo digo YO” porque a esas edades no se puede “razonar” con ellos; somos padres que no queremos que nuestros hijos sean “obedientes” ciegamente, que queremos que sepan luchar por lo que les parece justo (aunque a los adultos nos parezca una tontería), porque de eso dependerá que cuando sean adultos sepan luchar por lo que quieren y no sean personas sumisas y manejables.


13 comentarios:

  1. Te doy toda la razón!! Ahora me queda pendiente ir al museo Picasso (vivimos temporadas en Malaga) a sacarme la teta y lo mismo quiero hacer en el Prado que he leido que tampoco está permitido....salpicará la teta a los cuadros? será obsceno? Será por dar la brasa pero tengo ganas de ir sólo por llevar a mi peque en el fular y darle teta mirando un Velazquez o un Picasso....porque nosotras lo valemos. Ya te contaré que tal nos va ;) No a la niño-fobia!!!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Genial Gemma! Pues cuando vengas a Málaga me avisas y vamos juntas al museo Picasso... Porque nosotras y nuestros hijos lo valemos.

      Eliminar
  2. Ay Elena...no pude evitar reírme con la persecución de la del pinganillo evitando tu exhibición! Esas cosas no se preguntan! Se hacen! Banco, botón, teta y niño...y luego que pregunten!

    Si fuera director de cine, hago un corto con tu situación en el museo :) a favor de la lactancia.

    La verdad es que lo de la niño-fobia es una realidad y solo hay algo peor para una familia española con niños. Que tambien tengas perros.

    Entonces puedes exiliarte ya.

    Besos Elena
    Alejandro

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Es verdad, Alejandro, es que si no fuera por lo que de verdad entraña la situación sería de risa. Yo nunca pregunto, hago lo que tú dices: banco/silla/escalón, botón/cremallera/camiseta "levantá", teta y niño... Pero es que no veía los bancos, porque yo quería darlo en la sala, pero ya tirarme al suelo me parecía demasiado, y mi hijo tiene dos años y ya pesa un montón, no llevaba mi portabebés... Y no recordaba dónde había uno, por eso pregunté, que si no...

      Por cierto, si te tropiezas por Madrid con Itzíar Bollaín, no dudes en proponerle lo del corto, que ya se prestó desinteresadamente a rodar el corto para El Parto es Nuestro.

      Y si, pareja+niños+animales, mala combinación!
      Un abrazo.

      Eliminar
    2. Gran corto, gran...!! y bueno no se me ocurre mejor directora para ese corto!, pero es que esta mujer se ha ligado a uno que dicen hace buenos guiones...parece que se los hacía a un tal Ken Loach... :))

      Eliminar
    3. Pues sí que saldría un gran corto... Ahora sólo nos falta tropezar con ella y que el museo de permiso para rodar en las salas. Ejem.

      Eliminar
  3. Elena, lamento la situación aunque me ha ocurrido como a Alejandro, el imaginarme la escena de los pinganillos me ha hecho gracia. Me imagino vuestras caras... Ofú!
    La verdad es que no suelo preguntar y nunca me he visto en la situación de que nos inviten a escondernos pero sí leo a menudo en las miradas un "que acabe rapidito o le digo algo". Poco a poco! Un beso

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Sí, menos mal que nos tomamos las cosas con humor... Bueno, yo tardé un buen rato en empezar a reírme, la verdad. Pero estoy contigo, lo de las miradas no nos lo quita nadie, al menos de momento. Quizás la próxima generación esté liberada de todos estos prejuicios, o al menos eso espero. Nuestros hijos estarán acostumbrados a verlo normal, sobre todo porque recordarán haberlo visto y hecho.
      Un beso!

      Eliminar
  4. Te acabo de descubrir, que risa con las del pinganillo, y que paciencia la tuya! :) Es una verguenza que pasen estas cosas. A mi no me dejaron entrar en un museo con el niño en un fular, imaginas si se me ocurre enseñar teta y alimentar a mi bebé??? Creo que me arman un motín de guerra! En fin...te sigo!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. No me lo puedo creer, Mireia! Y ¿cuál era el motivo de no poder entrar con el niño en un fular?
      Muchas gracias por seguirme.
      Un abrazo!

      Eliminar
  5. No dejan de sorprenderme historias como esta. A mí todavía no me ha ocurrido nada así. Pero me consta que es algo que está pasando.
    Si decides hacer un escrito al museo tal vez estaría bien hacer una recogida de firmas,porque te aseguro que muchas madres estamos dispuestas siempre a firmar para defender nuestra libertad y la de nuestr@s hij@s.
    Por cierto,no estoy de acuerdo en que dar de mamar sea enseñar la teta,o exhibirse,me parece una expresión vulgar para algo tan bello,profundo y natural como es alimentar a tu bebé.
    Venga,un abrazo!

    ResponderEliminar
  6. hola, pues a nosotros nos trataron muy bien en el museo no recuerdo el nombre, otro museo de malaga, a el de la baronesa, tenían hasta un sitio donde los niños jugaron e hicieron piezas de museo, y a cada cierto tiempo me mandan mail para que vayamos con la familia, es mi granito de arena para decir que no todo el mundo es igual, ah, y las pinturas del museo ese que vimos eran muy bonitas, había de un pintor de coin que pintaba venecia, que eran preciosas

    ResponderEliminar
  7. Pues todo sigue igual. He ido el pasado 5 de enero y me han "invitado" a salir de una sala del Museo Picasso de Málaga por amamantar a mi hijo. Lamentable!
    No pude hacer la reclamación in situ. Sabéis si puedo formalizarla de otra manera?

    ResponderEliminar